La cultura aymara compate un idioma en el que un mismo término tiene varios significados según los contextos de enunciación. Esto otorga un acceso prvilegiado a combinar y articular figuras opuestas que, en un espacio otro, se complementan. Esta relación se define en un equilibrio dinámico que circula entre dos mundos, el mundo de los cuerpos materiales y el mundo de los significados espirituales. Esta lógica no binaria expande nociones como la del tiempo y el espacio y conforma una zona gris intermedia y convergente en un corredor simbólico que permite entender opuestos como simultaneidad.