El dinero es un tipo de poesía, escribe Wallace Stevens. Según Jorge Luis Borges, la moneda es un repertorio de futuros posibles: una metáfora. Para Álvaro Campos es uno de los puentes que se tiende entre el mundo de las ideas y la materialidad del trabajo. Una figura que permite cuestionar las promesas de riqueza y progreso desde una experiencia rutinaria y repetitiva. Algo similar al cultivo de un arte. Y si bien hay una costumbre de vincular este tipo de reflexiones con el mundo académico o intelectual, Negocio familiar viene a plantearnos este pensamiento desde otro lugar y otro tiempo, el de la rapidez y brevedad de los intercambios comerciales: la interpretación crítica de nuestro mundo a través del deseo y la frustración en el consumo. Como si quisiera representarse una jornada laboral –la mañana, el almuerzo, la tarde y la noche–, el autor nos invita a recorrer las cuatro dimensiones de una vida consagrada a la laboriosidad y el esfuerzo, en este Negocio familiar que sorprende y desafía por igual, un trabajo de fragmentos dinámicos e inquietos que siguen urdiendo su trama mucho después de la lectura.
