Tomar a Maquiavelo como asesor de la buena gestión de empresas no es un capricho.
Los secretos más importantes no dependen de modas, sino que son eternos,
como el uso sensato del poder y las estrategias óptimas de motivar a los colaboradores.
El jefe de una gran empresa que hoy debe competir en el mercado libre y global,
está viviendo en un mundo muy parecido al de los príncipes de la Italia
renacentista, a los que Maquiavelo dedicó su clásico manual de «realpolitik».
Los empresarios modernos sólo podrán sobrevivir si pueden conseguir la
lealtad de sus ejecutivos, que son sus «cortesanos», y asegurar la prosperidad
de sus accionistas, que son sus «súbditos». El príncipe renacentista
trataba de asegurar que su ciudad-estado superara la de sus rivales en esplendor y
riqueza y si era necesario de derrotar a éstos con intrigas y guerras. El empresario
moderno procura ampliar el territorio de su mercado luchando contra otras compañías
y comprar a éstas cuando se da la ocasión. Para que le ayuden en sus ambiciones,
el Príncipe, lo mismo que el empresario actual, escoge a los mejores ejecutivos
que puede encontrar, y ante el peligro de una guerra reclutan «mercenarios»,
conducidos por un condottiere, que en el presente será un experto en negociaciones
especiales.
Lord McAlpine demuestra en su divertido y astuto libro que la mayor parte
del famoso texto de Maquiavelo es altamente relevante para empresarios y
ejecutivos actuales. Encontramos, por ejemplo, consejos sobre propiedades hereditarias
que se podrían aplicar perfectamente a los sucesores de una gran empresa
familiar, o reflexiones sobre si es mejor ser amado que temido, que aclaran el
problema de cómo atraer e incentivar a los empleados.