La sola enumeración de los artistas que Matías Serra Bradford ha congregado para contento de la ávida feligresía que seguramente convocará este libro parece garantizar al menos dos consecuencias: una extraordinaria amplitud en el espectro de ideas, contenidos, temas e intereses, y la inexorable glotonería en la relación de incontinencia con la lectura que acomete al lector. Y aunque esto es lo que habitualmente sucede con la escritura de Serra Bradford, en esta miscelánea de textos de diversos orígenes su genio prolífico, habitualmente aluvional y panorámico, exhibe el brillo de una irrenunciable claridad.
El atractivo innato del estilo no dispersa nunca la ardorosa vigilia reflexiva; y la persistencia de la primera persona es también diversa, polifónica, capaz de oscilar musicalmente entre la crónica, la reflexión conceptual, el ensayo lírico, la teoría estética, la cita como revelación y contrapunto y la vitalidad de la humorada, sin alardes ni excesos barrocos, con un peculiar equilibrio entre la sapiencia y la ocurrencia improvisada. Justamente, lo imprevisto y la originalidad de los abordajes no obstan para que la rigurosa lucidez del autor se despliegue según un punto de vista equidistante entre la conciencia del signo de los tiempos y los linajes filosóficos y artísticos de la Modernidad.
La obra de quienes aquí integran este transitorio canon puede perfectamente inducir a suponerlos impregnados, de una manera u otra, por diversos estratos de lecturas. Aunque eso bien puede resultar un poderoso efecto colateral del sistema de Serra Bradford, que convierte en lectura todo lo que toca. Eduardo Stupía