Un auto sin luces corriendo de madrugada por Gran Avenida, una abuela llorando al borde de una piscina, un misterioso vestido rojo en una fiesta de luna llena, una niña borrada con una goma y una foto olvidada de un gato son parte de estos diez relatos. Luis Alberto Tamayo, su autor, despliega su talento de experimentado contador de cuentos. En ellos, los habitantes de Santiago (o de una aldea que puede ser cualquiera) buscan como pueden un lugar propio: una parcela en las afueras, una franjita de tierra al lado de un puente, una pieza larga y angosta como vagón de ferrocarril, un patio para bailar, una cancha de fútbol o un país arrebatado a la fuerza. Sin embargo, los deseos subterráneos afloran cuando menos se espera, las cartas llegan a destinatarios equivocados, la genética hace trampas y, a veces, los personajes se extravían, se desesperan o se vuelven invisibles, con la fragilidad de un vidrio. En Nos cuesta la vida hay triunfos y empates, un lado visible (la historia oficial) y un reverso esquivo donde cada personaje teje un destino inesperado: la felicidad se suspende hasta nuevo aviso.