Florencia, diciembre de 1965. Se descubre el cadáver de un hombre con unas tijeras clavadas en la nuca. El muerto, el «recién llegado» como despectivamente lo conocen sus vecinos por su procedencia, ejerce de usurero, una profesión tan rentable como desagradable. El comisario Bordelli, dudando entre la necesidad de hacer justicia y una profunda hostilidad hacia la víctima, debe iniciar la investigación en base a los pocos indicios encontrados y con una lista inacabable de enemigos. Diotivede, el forense, ofrecerá la primera pista del rompecabezas. Y Bordelli, ante la ausencia de su compañero sardo Piras, se enfrentará solo a un asunto siniestro que revelará los entresijos más oscuros de la realidad italiana