Mill se interesó por la filosofía, por la lógica, por la psicología, por la economía, por la libertad, por la democracia, por los derechos, por el liberalismo, por el socialismo, por la religión, por la situación política, laboral y doméstica de la mujer. Y esto haciendo gala de una prosa apasionada, clara, elegante, limpia, persuasiva, siempre atento a considerar todos los puntos de vista acerca de los asuntos que analizaba, sin atrincherarse ciegamente en el propio. Francis Scott Fitzgerald afirmó que la prueba de una inteligencia superior consiste en mantener en la cabeza dos ideas opuestas a la vez sin perder la capacidad de funcionar. En tal sentido John Stuart Mill fue una inteligencia superior, un notable razonador, un argumentador convencido y convincente, un ardiente defensor del derecho de cada individuo para establecer libremente los fines de su vida, y, como si todo eso resultara poco, fue también una buena persona. ¿Qué más se puede pedir?.