El bombardeo de La Moneda y la fiera represión que siguió al golpe de Estado opacaron la complicidad de
los civiles en la instalación de la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet. Y, sin embargo, desde
la elección de Salvador Allende en 1970 y a lo largo de tres años fueron ellos quienes reclamaron la
«intervención» de Estados Unidos, bloquearon y torpedearon la acción del gobierno desde el Congreso
Nacional, sabotearon la economía, recurrieron a la provocación y la violencia e instigaron el golpismo en el
seno de las Fuerzas Armadas, hasta situar a Chile al borde del abismo. Desde sus diferentes trincheras,
Agustín Edwards, Eduardo Frei, Sergio Onofre Jarpa, Patricio Aylwin, Orlando Sáenz, Pablo Rodríguez y
Jaime Guzmán, entre otros, encabezaron aquella ofensiva. Recibieron, además, una financiación millonaria
desde el exterior e incluso comprometieron el apoyo militar de Brasil ante una posible guerra civil.
«Este crimen de lesa patria y de lesa humanidad», según la querella presentada por las agrupaciones de
familiares de víctimas de la dictadura, sigue impune casi medio siglo después. En un riguroso trabajo
bibliográfico y documental, Mario Amorós detalla cómo la trama civil preparó las condiciones políticas,
económicas y sociales precisas para el derrocamiento del gobierno constitucional, que estos prohombres
justificaron y avalaron ante Chile y el mundo durante mucho tiempo.