Ninguno de los vertiginosos cuentos de El lugar donde mueren los pájaros se lee sin desasosiego. Como las buenas películas de terror, no admiten una lectura literal y requieren que aceptes el juego de la ficción y te dejes cegar por su atmósfera inquietante, su halo siniestro, el poder de lo apenas entrevisto, hasta caer en la fantasía macabra y el cuestionamiento de nuestras presunciones biempensantes.