Este es un libro peligroso porque quien lo lea admirará la arquitectura. Tanto, que seguramente querrá ser arquitecto. Esto solo lo podría transmitir alguien que no pueda ocultar que, para él, es la profesión “más bonita del mundo”. Así, el autor describe cómo se construye esa personalidad tan característica de los arquitectos que, más allá de las estructuras y los proyectos, se nutre de arte, literatura, música y hasta la cocina.