Fueron muchos los viajeros que, armados de tinta y pluma, nos han ayudado a conocer mejor la profundidad del desarrollo histórico de Arica. Ilustres científicos como Louis Feuillée, Amédée Frézier, Guillaume Le Gentil, Alcide D’Orbigny, la ignorada visita de Charles Darwin; las expediciones de Alessandro Malaspina, la Astronómica de Estados Unidos. en 1849, la austriaca del Novara y otras. Vinieron también forasteros menos deseables como Francis Drake, Thomas Cavendish, John Hawkins, Bartholomew Sharp, William Dampier, George Shel-vocke, Jacob Mahu, Oliver van Noort, Joris van Spilbergen más otros que la historiografía no había registrado. Al conocerlos mejor, los piratas y corsarios rompen los estereotipos y se re-velan naturalistas, pioneros de la antropología, expertos navegantes, lingüistas y maestros de delicada prosa. Virtudes que no compensan el saqueo, la destrucción y las muertes que causaron. Hubo también muerte y destrucción en los de sas-tres naturales que los viajeros describieron con pluma aún vacilante. Uno nos enseñó que el mayor desastre no fue un tsunami ni un terremoto sino la fiebre amarilla de 1869 que aniquiló a la mitad de la población.
Este estudio dilucida finalmente la real fecha de fundación de la ciudad. Descubre la transición entre Arica La Vieja chinchorrina y Arica La Nueva del morro; somete a juicio nociones recibidas sobre la participación de los Altos de Arica y de Azapa en las mitas de la plata y esclarece el alcance de la hecatombe demográfica que yace como trasfondo de la maldición potosina. La profusión de grabados, mapas, retratos y acuarelas, rastreadas en archivos y bibliotecas de tres continentes enriquece el paisaje histórico de esa Arica de antaño.